Cuidemos la Alianza del Pacífico
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Alvaro Jana
La iniciativa Alianza del Pacífico se formalizó recién en junio del 2012 con la firma de su Acuerdo Marco en el observatorio astronómico de Paranal, en la Región de Antofagasta. Este acuerdo, de tan solo 18 artículos, sobre la base de reafirmar principios como la democracia y el Estado de Derecho, tuvo la virtud de fijar con claridad y simpleza los grandes objetivos del proceso junto con sellar un esfuerzo de integración profunda, de carácter económico y comercial, que siempre se ha enfocado en sus propios desafíos sin un afán de criticar a otros en sus políticas y modelos de integración.
La idea de esta Alianza es avanzar progresivamente hacia la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas para impulsar un mayor crecimiento y competitividad de las economías de sus miembros, con miras a lograr un mayor bienestar y la inclusión social de sus habitantes. ¿Cómo? Sumando las capacidades y potencialidades de sus países en un conjunto de áreas, sin tener por ello que renunciar a ser parte de otros procesos de integración y generando las condiciones para que otros Estados que compartan estos objetivos puedan incorporarse como miembros plenos, o bien como observadores para desarrollar proyectos de integración específicos o bien como una manera de estar más cerca y expresar que comparten los principios, objetivos y atractivos que ella plantea.
El desafío, entonces, era darle a esta Alianza un contenido coherente con sus principios y objetivos que sobre todo consumara que, con pragmatismo y apertura, los beneficios de aunar capacidades en el desarrollo conjunto de distintas cosas, serían mucho mayores que hacerlo en forma individual. Y así fue.
Transcurridos menos de dos años de la Cumbre de Paranal, la Alianza ha sido un proceso exitoso y coherente con sus bases fundacionales que exhibe un progreso sin precedentes. Se firmó un primer protocolo que completa y profundiza con altos niveles de ambición los TLC que tenemos sus países miembros; se eliminaron las visas para turismo y personas de negocios; hay programas de becas para intercambio estudiantil; intra-alianza y alrededor del mundo se hacen actividades conjuntas de promoción de bienes, servicios, inversiones, atractivos turísticos; se abren oficinas de promoción comunes como la de Estambul; se coopera consularmente; se intercambian embajadas; las agencias reguladoras se unen para facilitar el comercio y el acceso a los medicamentos; hay más de 30 Estados Observadores, Costa Rica en proceso de adhesión y Panamá en vías de adherirse; en fin, las potencialidades que hay por delante son infinitas.
Cuidemos la Alianza. Aprovechemos su impulso y atractivo y sigamos profundizándola con compromiso, pero sin generar antagonismos o posturas ideológicas con el Atlántico o con el Mercosur que ella ni siquiera promueve. Uruguay está entre sus países observadores. Cualquier otro país de Mercosur podría pedir ser observador, pero eso hasta ahora no ha ocurrido.
La Alianza no debe disculparse por ser exitosa.